El impulso que Colombia decidió darles hace varios años a las fuentes renovables no convencionales de energía, a través de la primera subasta de contratos de largo plazo, y que inicialmente tuvo reparos de los agentes más grandes del mercado, no solo dio señales de precios de generación eléctrica más económicos para los usuarios, sino que produjo mayor competencia en el sector.
Desde el 2019, cuando el Gobierno puso en marcha ese primer proceso y comenzó a estructurar otros como el que terminó con la primera adjudicación de un sistema de baterías a gran escala que estará ubicado en Barranquilla, el país no solo comenzó a acelerar para avanzar en una transición hacia fuentes limpias, sino que el sector se sacudió.
Ese año, cuando la primera subasta tuvo la condición de exigir como requisito de participación hacerlo con nuevos proyectos, las empresas Trina Solar, de inversionistas de China, y Energías de Portugal (EDP) –que adquirió las empresas Vientos del Norte y Eolos Energía– entraron a un mercado en el que agentes ya consolidados, como AES Colombia, Celsia y el Grupo Enel, ya venían dando los primeros pasos.